La mayor parte de los alumnos tienen años de experiencia en clases en las que se les ha obligado a estar sentados, callados, escuchando. Para ellos el profesor era la fuente del conocimiento, de manera que el aprendizaje era algo que se inyectaba mágicamente en algún momento sin la participación de su conciencia.
La realidad indica que lo importante no es la enseñanza, sino lo que los alumnos aprenden. La calidad del aprendizaje está relacionada directamente, aunque no de manera exclusiva, con la calidad de la enseñanza. Una de las mejores maneras de mejorar el aprendizaje es mejorar la enseñanza.
El aprendizaje real en la clase depende de la habilidad del profesor para mantener y mejorar la motivación que traían los estudiantes al comienzo del curso (Ericksen, 1978).
Lo que sí parece ser cierto es que la mayoría de los estudiantes responden de una manera positiva a una asignatura bien organizada, enseñada por un profesor entusiasta que tiene un interés destacado en los estudiantes y en lo que aprenden. Si queremos que aprendan, debemos crear condiciones que promuevan la motivación.
Empecemos con unos primeros consejos para motivar:
- Apoyarles, diciéndoles de vez en cuando que pueden hacerlo bien.
- Intentar crear en clase una atmósfera abierta y positiva.
- Ayudarles a sentirse miembros valorados de una comunidad que aprende.
Hay diversos estudios realizados con el estudio de la motivación de los estudiantes universitarios. Sass (1989) obtiene que las 8 características que más contribuyen a la motivación de los alumnos son:
1. El entusiasmo del profesor.
2. La importancia del material.
3. La organización de la asignatura.
4. El nivel apropiado de dificultad del material.
5. La participación activa de los estudiantes.
6. La variedad en el uso de tecnologías docentes.
7. La conexión entre el profesor y los estudiantes.
8. El uso de ejemplos apropiados, concretos y entendibles.
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